miércoles, 27 de septiembre de 2017

EL PATERNALISMO, UN PROBLEMA CULTURAL.

Por Newton De la Rosa. CpD.
La historia caudillista de la República Dominicana ha provocado que los dominicanos y dominicanas se acostumbrasen a recibir donaciones, ayudas y prebendas a fin de asegurar su adhesión a los gobiernos de turnos.  El amiguismo y el clientelismo han sido elementos arraigados en nuestra cultura política, entendiéndose que para alcanzar los derechos como ciudadanos y ciudadanas es necesario tener un amigo en el gobierno.  Esto ha traído como resultado que los planes, programas y proyectos de desarrollo locales sean en la mayoría de los casos ajenos a los ciudadanos de los municipios y comunidades; siendo exclusividad de los gobernantes locales la identificación de los problemas, la definición de los proyectos a realizar y la administración de los mismos.
Este tipo de prácticas, que es un legado de las actitudes autoritarias, limitó por mucho tiempo el desarrollo organizativo de nuestras comunidades.  Provocando en la ciudadanía la creencia de que los gobernantes de turnos deberían asegurar el bienestar de todos y todas, por lo que no era necesario exigir y demandar las satisfacciones de necesidades realmente sentidas en el ámbito local.
Esta historia repetida de generación en generación fue enmarcando la forma de ser de los dominicanos; quienes esperaron de los gobiernos de turno hasta la propia solución de sus problemas personales.
Durante mucho tiempo adolecimos de una visión global y colectiva de la realidad local, conformándose una manera individualista de percibir los problemas que nos afectan y fortaleciéndose, en consecuencia, la presencia de los caudillos en la historia dominicana.
A partir del año 1963, cuando nuestra nación inicia su proceso de construcción de la democracia, las comunidades comienzan a entender que participar no es simplemente votar en las elecciones y recibir de los funcionarios las donaciones prometidas en las campañas políticas, práctica tendente a marginar a la ciudadanía de la toma de decisiones en aspectos que les concierne y les afecta directamente.

En ese sentido la concientización del verdadero rol que debemos asumir los ciudadanos y ciudadanas en los asuntos que nos competen ha ido motorizando la acción local, ampliándose los niveles de participación en torno a propuestas de carácter colectivo; y aunque todavía queda mucho camino que recorrer para asegurar el fortalecimiento de las organizaciones comunitarias y su protagonismo en las soluciones de los problemas locales, estas de una forma u otra, están en el camino de procurar hacerse sentir como entidades en capacidad de decidir , exigir y ser sujetos comprometidos con el desarrollo de sus localidades, asegurando además que dicho proceso sea interiorizado por cada uno de sus moradores, pasando de la simple demanda a los niveles de propuestas concretas caracterizadas por ser de carácter local, propia y conjugadas de manera armónica con su identidad territorial.